El sol haciendo brillar una vez más los adoquines de la esquina de Rodríguez y Belgrano también es testigo de un momento que bien podría haber sido parte de la vida cotidiana de aquel “Tandil de los años felices” con un auto de bocinas a cuestas irradiando canciones y consejos comerciales. Este lunes 28 de agosto –un día después de celebrarse el nacimiento de la radio en Argentina- la bola de fuego se suma a la cita de locutores y periodistas que honran la historia lugareña montando una propaladora desde el balcón de la Casa de la Cultura, ese edificio estilo francés terminado en 1918 y recuperado en los últimos años para seguir embelleciendo la ciudad soñada y la de los sueños.

Andrea Rossetti, cálida, amena, militante de la buena prosa, abre la jornada junto a Alejandro Latorre, el periodista de la UNICEN que escribió los libros de la historia del periodismo y del éter local, y más tarde continúan las entrevistas en vivo a los legendarios “animales de radio” Teresita Zumpano y Alberto Guillén; al actor y hacedor cultural Pascual Pina y la presentación del cantor de tangos Manuel Mazzarini.

“La radio fue mi vida y la de muchos”, suelta Zumpano mirando el horizonte de árboles centenarios de la Plaza Independencia con la banda de sonido de la película El cartero escuchándose algo más bajo. “Parece ayer cuando jugaba en mi casa ayudado por un fierro que imitaba un micrófono a relatar como si fuera un corresponsal de guerra”, agrega Guillén y su voz flotando en el aire pinta una nueva acuarela. Decenas de apellidos aparecen a los márgenes como los cronopios de Cortázar porque el actor Pascual Pina con su potente voz da lectura a su historia de oyente, que es la de miles y miles. Una hora, una hora sin sombra, como la de Borges y Soriano, es lo que dura esta transmisión de magia y de pasión con el cierre de Mazzarini acompañado por la guitarra de Marcelo Seoane, el brillante músico que el hijo de Maschio –otro héroe del medio- conoció hace unos días en el escenario que monta semanalmente en San Martín y 9 de julio para que Gardel no sea solo recuerdo.

“Gracias al Municipio y a la Universidad Nacional del Centro. Gracias Victoria Bianchi, coordinadora de patrimonio cultural de la comuna y a todos los que se acercaron”, se despide Rossetti, justo en el mismo instante en el que nace Spica, el museo de la palabra que impulsa Latorre para que “desde la nostalgia construyamos un futuro luminoso.

Después, los parlantes parecen apagarse, aunque todos siguen sintiendo la magia de ese teatro de la imaginación en el que nunca se baja el telón.